Trabajar la madera es para mí algo más que un pasatiempo: es mi terapia.
Cada vez que entro en mi taller y tomo mis herramientas, siento que me invade una oleada de calma. El olor a serrín y a madera recién cortada, el sonido de las sierras y las lijadoras, y el acto físico de transformar un trozo de madera en bruto en un hermoso producto acabado se unen para calmar mi mente y ayudarme a olvidar el estrés de la vida cotidiana.
Trabajar la madera es mi vía de escape, mi forma de reconectar con mis manos y mi creatividad, y mi terapia para el alma.